Tonia Raquejo
En 1980, y con motivo de una exposición            celebrada en la Tate Gallery, Stephen Bann escribió "Abstract            Art- A Language?", un artículo en el que reivindicaba el            poder comunicativo del arte abstracto (1). Bann advierte que el arte            abstracto constituye en sí un lenguaje capaz de comunicar mediante            lo que él llama, usando términos lingüísticos,            la doble articulación entre el vocabulario plástico            (formas y colores) y su significado (aquello que representan). En este            sentido, es pues lícito hablar de la existencia de una iconografía            abstracta si por ella entendemos el estudio de los elementos morfológicos            de la imagen (el punto, la línea, el cuadrado, el círculo...)            codificados en base a una gramática perceptiva y no figurativa.            Como diría Kandinsky, el arte abstracto no es más que            "un análisis de los elementos por sí mismos y de            sus relaciones profundas con sus efectos interiores y exteriores",            de ahí que para este artista no haya diferencias esenciales entre            el arte figurativo y el abstracto, sino tan sólo una diferencia            de los medios de expresión elegidos para dar cuenta de un mismo            contenido (2).
       
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